Las ilustraciones de Rafa: De la memoria histriónica, la II Guerra Mundial y Podemos

La memoria histriónica

PABLO IGLESIAS Y LA MEMORIA HISTRIÓNICA:  LA 2ª GUERRA MUNDIAL PARA CAPERUCITAS
» Hoy, 1 de septiembre se cumplen 75 años del comienzo de la segunda guerra mundial. Los hechos, descritos sucintamente, se sucedieron así: El 31 de agosto, un grupo de alemanes que vestían uniformes polacos atacaron una emisora de radio alemana en la Baja Silesia. Era la señal. Al día siguiente a las 4:40 la Luftwaffe bombardea y destruye la localidad de Wielun. Casi inmediatamente el crucero Schleswig Holstein bombardea Danzig. A las 8 de la mañana, los tanques de la Wehrmacht invaden el corredor de Polonia y llegan hasta Danzig.


Esto sucedió ocho días después de que los enviados de Hitler y Stalin, Joachim von Ribbentrop y Viacheslav M. Molotov, firmaran “un pacto de no agresión”, que llevaba dentro un acuerdo para repartirse Polonia, Rumanía, los países bálticos y Finlandia (23 de agosto). Tras la invasión de Polonia, el 3 de septiembre, Francia y el Reino Unido declaran la guerra a Alemania. Stalin instruye a la Komintern el día 7: “la guerra contra Alemania debe considerarse injusta e imperialista.” Arriba, a la izquierda, Molotov firma, mientras Stalin acaricia el lomo de Ribbentrop y cambia sonrisas con él. Las hemerotecas están llenas del portentoso ridículo de los partidos comunistas de occidente.


Pablo Iglesias, el Tuerkas, el político más valorado por el electorado español, según la encuesta que publicaba ayer El Mundo, sigue evaluando el acontecimiento con los criterios de la ortodoxia comunista de hace tres cuartos de siglo. Seamos comprensivos. Él y Juan Carlos Moneypeny son los Pepe Gotera y Otilio de la Complutense, dos chapuzas ejerciendo de intelectuales. El Tuerkas ha escrito un libro sobre política y cine, ‘Maquiavelo frente a la gran pantalla’, cuyo segundo capítulo cuenta a su estilo, la película de Andrzej Wajda, ‘Katyn’. La cosa va de la ideologización de la historia. Se trata, en opinión del Tuerkas, de construir un relato ideologizado pero que no lo parezca, porque entre la educación y la propaganda Pablo Iglesias escoge esta última “sin lugar a dudas”. Hablamos, pues, de creación de la “memoria histórica”, para lo cual el cine es una herramienta de enorme valor.


Recordemos que, tras la ocupación de Polonia, los soviéticos asesinaron a un número de polacos cercano a los 22.000 en el bosque de Katyn. Se trataba de descabezar a la sociedad polaca eliminando a todos aquellos que en el futuro podrían haber dirigido una insurrección: oficiales del ejército, mandos policiales y miembros de las élites polacas. Entre ellos estaba el padre de Andrzej Wajda. PI acepta a regañadientes (”todavía hay historiadores y politólogos, sobre todo en Rusia, que sostienen que la versión original de la URSS, que atribuía a la Wermacht la responsabilidad del crimen, resulta más verosímil”) que la autoría soviética de los crímenes de Katyn parece clara. Pero en cualquier caso quiere ”hacer añicos esos discursos tan de moda en nuestra época que pretenden unificar los “totalitarismos” y atribuirles todos los crímenes políticos del siglo XX.


Con el entrecomillado parece querer decir que el término totalitarismo está siendo utilizado de manera exagerada. Obviamente no cuando se aplica al nazismo, sino cuando se usa para describir el comunismo. Al usar el término ‘totalitarismo’ para ambos sistemas se están equiparando, algo que revienta a PI. Andrzej Wajda también se empeña en hacer esta equivalencia, pero él va a desenmascararlo. ”Wajda construye de manera muy eficaz en su película una identidad polaca caracterizada por el catolicismo y el anticomunismo”. ¿Construye una identidad o simplemente cuenta que sus paisanos son mayoritariamente católicos y anticomunistas?

Al Tuerkas le molesta que Wajda sea anticomunista, y que no se haya tomado más deportivamente el asesinato de su padre por los soviéticos en el bosque de Katyn. Es lo que tienen los polacos, que como son católicos y anticomunistas, carecen de sentido del humor. Por eso, en opinión del Tuerkas, Wajda incurre en un error narrativo garrafal, que es la equivalencia y equidistancia entre nazis y soviéticos.


Para argumentarlo describe una de las escenas más impactantes de la película: un grupo de polacos que huyen de los nazis están atravesando un puente cuando se encuentran con otro grupo de polacos huyendo en dirección opuesta. ¿Qué ocurre? Los soviéticos han entrado.


«De esta forma, en los primeros segundos de la película, ya tenemos el punto de partida geopolítico: Polonia, representada por una multitud desarmada que intenta escapar, es ocupada por alemanes y soviéticos. Este paralelismo entre nazis y soviéticos es constante en toda la película, pero hay momentos especialmente llamativos, como cuando vemos que se saludan y bromean entre ellos. Hay incluso una secuencia, históricamente inverosímil pero muy eficaz fílmicamente, en la que uno de los oficiales alemanes llama amistosamente ‘camarada’ a su interlocutor soviético».


Precisamente esa primera secuencia, la del puente, es una muy exacta metáfora del arranque de la 2ª Guerra Mundial y el pacto germano-soviético: un pueblo en un puente, huyendo de los nazis y encontrándose con los comunistas en la otra parte. Auschwitz y Katyn. Desde el ataque alemán al pasillo de Danzig hasta el ataque del Ejército Rojo pasaron 16 días. Pero no le hablen a él de equidistancias. ¿Cómo comparar las atrocidades del totalitarismo nazi con los hechos del “totalitarismo” soviético? ¿Y a qué viene ese intento espurio de paralelismo que llega incluso a presentar a soldados nazis y soviéticos confraternizando? ¿Dónde se ha visto? Pues por doquier, querido Tuerkas….»

Fernando Navarro y Santiago González

Rafael Gómez De Marcos Rafael Gómez De Marcos

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