De dinero y créditos

Veo a Alberto todas las mañanas. De buena hora porque como yo es madrugador. Regenta uno de los pocos estancos de Madrid que abre a las ocho de la mañana. Y muchas veces nos reímos al comentar las vicisitudes que sufre el pequeño comercio del «turístico» barrio de las letras, en Madrid. Nos reímos por no llorar, claro está porque en los dos últimos años han abandonado en quiebra muchos comerciantes y pequeños empresarios.

Su local se encuentra frente a uno de los hoteles de cuatro estrellas que recientemente han abierto sus puertas en el barrio y muchos de sus clientes fumadores, como yo, son respetados ejecutivos y empresarios, no exactamente como yo,  que le informan de cómo está el patio. Y Alberto me dice que el patio está bastante mal, sobre todo en los grandes asuntos, aquellos que perfilan la «marca España». A saber: la educación, la justicia y la economía.

Alberto es un hombre de cierta ironía. Hoy me ha salido con la historia de un pequeño pueblo de no mas de dos mil habitantes en el que el nuevo consistorio ha encontrado debajo de la alfombra una factura de 60.000 euros de deuda al restaurante del lugar, que no sale en la guía Michelín pero es muy bueno. Resulta que conoce al propietario y le ha preguntado que cómo ha dado de comer, a crédito, tantísimas veces, a los políticos locales. Y el dueño le ha contestado que no tenía alternativa y que, claro está, mientras él no cobre no podrá pagar al carnicero, ni al frutero, ni el arrendamiento del local. Que paga la luz para que no se la corten.

«Y así nos va en esta España en la que nadie salvo los políticos tiene financiación «, me ha espetado, con ironía eso sí, para finalizar la conversación de la mañana.

 

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